Ella lleva ya varias noches acostándose a la misma ahora, pero con una sonrisa diferente.
Sus días por fin vuelven a tener color. No sólo color, sino también brillo, magia.
A pesar de las lluvias, ella ya no disimula lágrimas entre las gotas. Ahora sonríe y espanta felizmente cada nube.
Los besos han conseguido cicatrizar todas las heridas de sus labios, dejándoselos tan suaves como la primera vez..
Y no puede hacer más que dar las gracias. DarLE las gracias a ÉL por cambiarle sus días, por multiplicar sus sonrisas, por restar sus tristezas y conseguir batir el récord de máxima velocidad en sus latidos.
Gracias, mi pequeño.
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